Dejar la Asociación Psicoanalítica

Escribí este texto hace unos días para explicarle a una amiga y colega el por qué de mi decisión de dejar la Asociación Psicoanalítica Mexicana, decisión que surgió como una necesidad impuesta por mi evolución personal.

Llegué al psicoanálisis buscando una casa en donde cupieran, todas juntas, la curiosidad y las pasiones que me hacen interesante la vida desde que aprendí a leer, hace cincuenta años: las estrellas, los microbios y las plantas, la mitología, los misterios del cerebro humano, los animales prehistóricos, las lenguas vivas y las muy antiguas, la arqueología, el Quijote y Marcel Proust… El punto de unión entre tanta maravilla, pensaba yo cuando comenzaba la carrera de Medicina, podría estar para mí en el estudio del acaecer psíquico. Por eso elegí especializarme en psiquiatría, y después formarme como psicoanalista. Cuando fui aceptada en el Instituto de Psicoanálisis, hace 23 años, encontré esa “morada espiritual” tan anhelada, ese dedicarme a tender puentes, buscando cómo un conflicto psíquico resulta en un síntoma físico, cómo la depresión te rompe el corazón, cómo ciertos medicamentos engendran pesadillas, cómo los clásicos literarios suelen coincidir con Freud en un montón de cosas. Y así fue por mucho tiempo.

Pero la curiosidad no me deja en paz, así que seguí leyendo sobre neurociencias y psiquiatría, a la vez que buscaba en las publicaciones analíticas siquiera un eco de este cambio de paradigma que se nos viene encima. Ya no es la introspección el único medio para descifrar un síntoma psíquico; hoy en día las neurociencias tienen también mucho que decir al respecto. Aquellas dificultades insuperables para estudiar los afectos y la conciencia desde el punto de vista biológico, como quería hacerlo Freud en el Proyecto de una psicología para neurólogos (esa obra que contiene las semillas de todas las grandes ideas freudianas pero que quedó trunca e inédita en vida de su autor) han ido quedando atrás. Entendemos ahora mucho mejor cómo funciona la memoria y por qué olvidamos, cómo es la biología del sueño REM y de los síntomas obsesivos. Lástima, al gremio analítico le gusta mirar hacia el pasado y no parecen interesarle mucho estas cosas tan bonitas. El índice del International Journal of Psychoanalysis me dice, por ejemplo, que en el primer número del año 2013 se publicó en la sección de controversias teóricas una discusión sobre las innovaciones que hizo Winnicott -¡hace medio siglo!- al análisis de adultos…

Yo creo que se puede ser buen analista sin adentrarse en las ciencias básicas, de la misma manera en que hay excelentes conductores que no saben mecánica automotriz. Pero un piloto apasionado querrá entender las tripas mismas de su auto. Y yo soy así. Como me encanta Winnicott, puedo pasarme horas buscando qué tiene que decir la biología actual sobre el holding o sobre la good-enough mother, que es muchísimo: solamente la descripción de los efectos mágicos de la oxitocina se llevaría tomos enteros. Eso no viene en las revistas de psicoanálisis sino en las de ciencias, como Science, Nature, o PLOS. De ahí que me resulten tan interesantes e inspiradoras, de ahí que para entender mejor a mis pacientes alterne su lectura con la de mis novelistas de siempre.

Cómo me gustaría leer en una publicación psicoanalítica una revisión del concepto de represión a la luz de lo que hemos aprendido desde tiempos de Freud, o una puesta al día de aquellas ideas de hace cien años sobre sueños y memoria con las que se trabaja aún en muchos institutos de psicoanálisis. Habrá que escribirlas…

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