El libro de la gramática interna

En un barrio obrero de Jerusalén corren los años 60 del siglo pasado. Aharon Kleinfeld es un chico de diez años con una imaginación desbordante, un gran amor por las palabras y una percepción finísima de lo que otros piensan y sienten. Continuamente inventa historias de espías con mensajes cifrados escritos con tinta invisible, historias de peligros mortales y escapes milagrosos. Las pone en escena en su barrio, envolviendo en ellas a los otros chicos, que son también sus ayudantes cuando juega a que es Houdini y debe salir de una caja o una maleta perfectamente cerradas antes de que el oxígeno se acabe.

En esta novela de David Grossman, los problemas de verdad comienzan para Aharon un día de verano en que debe probarse las botas de invierno, y encuentra en el cajón de los calcetines de lana un sobre con fotografías pornográficas. Asustadísimo y confundido, las deja en su sitio y camina por la casa como si hubiera visto un fantasma. Algún espía que intenta destruir a la familia las puso allí, piensa, y sucederá algo espantoso si papá o mamá encuentran el sobre antes de que yo pueda sacarlo de la casa. El miedo y las ganas de desaparecer lo han vuelto más pequeño, y ante la sorpresa de su padre y para beneplácito de su madre que no quiere comprar botas nuevas se calza sin dificultad las de hace dos años.

A partir de ese momento Aharon deja de crecer. Para cuando llega su Bar Mitzva la mayoría de sus compañeros de clase son más altos que él, y no les interesa más que hablar de sexo: hay que saber si una chica tiene la regla, si una mujer tiene ganas y cuántas veces a la semana conviene hacerlo para no enfermar o reventar -cuestiones mucho más interesantes que las historias de espías y los mensajes en clave. Aharon, que ya ha perdido su lugar de líder, se avergüenza de su cuerpo de niño, se aísla, se apaga. No quiere ir a nadar, no usa las duchas del gimnasio ni participa en organizaciones juveniles. Se vuelca en una observación angustiada de sus propios procesos fisiológicos y experimenta con ellos, mide su estatura cada mañana, busca pelillos de un color más oscuro. Nada. Está desesperado, y comienza a hacer cosas verdaderamente peligrosas.

Nadie le explica que no le sucede nada malo, que hay chicos que crecen más lentamente y que los cambios llegarán cualquier día. Grossman nos da todos los datos que necesitaría un pediatra para estar seguro de que Aharon tiene un retraso constitucional de la pubertad, una variante normal del desarrollo más frecuente en varones, que ocurre en el 3% de la población. Aharon tiene buen olfato -si fuera anósmico, su médico tendría que investigar con cuidado el funcionamiento de la hipófisis, glándula sin la cual la pubertad no arranca- y no hay en él ninguno de los defectos congénitos asociados con falta de función testicular. De hecho, a sus 14 años tiene ya esas inquietudes en torno a la sexualidad que sus compañeros de clase tenían a los 11 ó 12: pone un gran empeño en “mantenerse puro” y no masturbarse, a pesar de lo cual espía a las parejas que se aman en las calles oscuras y a los gatos en celo; descubre que todas las niñas de su escuela son hermosas y se enamora románticamente de una de ellas. Tal vez en él valdría la pena administrar testosterona a bajas dosis, según se recomienda en los casos de retraso constitucional de la pubertad en los que la ausencia de cambios físicos está causando sufrimiento psicológico y aislamiento social.

De nuevo, Grossman me recuerda a Miguel de Cervantes. Su manera de narrar esas cosas del cuerpo que son humillantes para muchos es tan transparente, tan sencilla, tan simplemente humana como sólo lo he visto en pasajes del Quijote (como el  Sancho, hueles y no a ámbar de la aventura de los batanes). Además, Ana María Bejarano, la traductora, hace a Grossman hablarnos en castellano.

9 pensamientos en “El libro de la gramática interna

  1. Interesante descripción a partir de la literatura, Elena. Lo que me da un poco de miedo es lo de ‘la inducción de la pubertad’, que yo leo como ‘medicalización de un proceso natural (otro más)’. ;-) Un abrazo!

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    • Otro abrazo para ti. Esta novela es como tu «campo del escritor»http://miradab.wordpress.com/2014/09/26/el-campo-del-escritor-the-writers-field/ , llena de magníficas figuras ocultas. Antes de darle hormonas al protagonista, yo quisiera gritarle a través de la tinta y el papel «aguanta un poquito, ten paciencia, los cambios están a la vuelta de la esquina…»

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  2. Querida Elena, una vez mas te agradezco tus recomendaciones literarias, cual es el título? Coincido contigo: me gusta mucho la pluma de Grossman. Necesito tres horas mas al día para leer :)

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  3. Un asunto muy interesante del que se habla mucho meno de lo que se merece, dado ese 3% que inexorablemente va a madurar «tarde». Problemas por la altura, parece que van a ser bajos, problemas por el «infantilismo», y siempre me he preguntado si no pueden presentar también problemas de rendimiento escolar, dado que no dejan de ser niños biológicamente más pequeños. Y si no convendría valorar esa posibilidad en los niños que van mal en la escuela. A veces basta con que te digan que la madre tuvo muy tarde su primera menstruación, o que el padre era muy peqeuñito y luego creció un montón y una simple radiografia de la muñeca confirma la sospecha.

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    • José Luis, bienvenida tu experiencia. El tema son también esas ramas que dices. En la novela, muchas situaciones dolorosas tienen que ver precisamente con el infantilismo del protagonista, que, por ejemplo, todavía quiere jugar a atrapar espías fantásticos cuando su mejor amigo se ocupa en ponerse fuerte para que lo acepten dentro de 3 años en la Fuerza Aérea.

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